20/1/15

Los dioses del hogar


El culto a los dioses constituye uno de los aspectos más destacados dentro de la sociedad romana, en la que los distintos actos del día a día se veían influenciados por la potestad divina y ante lo cual era necesario rendirles culto y propiciar su beneplácito mediante ritos y sacrificios en la búsqueda de ayuda o para aplacar su cólera. Costumbres y supersticiones eran algunos de los aspectos que caracterizaban la religión romana.


Larario doméstico de Augusta Raurica
Fuente: http://galiciaromana.blogspot.com.es
Dentro de las prácticas cultuales existían dos tipos: los cultos públicos, que estimulaban el patriotismo y el respeto al estado, y los cultos privado o del hogar, que unían estrechamente a la familia. En lo que respecta al culto en el hogar, estaba constituido por ritos periódicos, obligatorios e íntimos dirigidos por el pater familias, que actuaba como sumo sacerdote, y que tenían lugar en el lararium, un pequeño altar situado por lo general en el atrio que contaba con las imágenes de los dioses y que en el caso de la Casa de la Fortuna podemos encontrar junto al tablinum.

El culto que tenía lugar en el interior de la casa iba dirigido principalmente a tres tipos de divinidades estrechamente ligadas con la familia:


Lar de bronce del s. I
Museo Arqueológico Nacional

Dioses Lares: estas divinidades, hijos de la náyade Lara y del dios Mercurio, tenían también su vertiente pública, pero en el culto privado se encargaban de proteger la casa familiar. En los inicios del culto romano, solo existía un dios Lar que sería el protector de la familia y que contaría con un marcado carácter funerario, pero posteriormente pasaron a ser dos. 

Estos Lares eran los antepasados de la familia, fundadores de la gens, y normalmente eran representados como niños vestidos con toga y sosteniendo una cornucopia. A ellos se encomendaba la protección mediante ofrendas suntuarias o agrarias, aunque las ceremonias y ritos para hacerlo tomaban una forma distinta en cada familia.

Acciones como la bendición de la mesa antes de comer, plegarias por la salud de los hijos, estabilidad de la economía y una vida sin perturbaciones eran algunos de los motivos de devoción que la familia tenía hacia los Lares.


Dioses Penates: estos dioses eran los espíritus tutelares de los alimentos de la familia y estaban relacionados con el sustento familiar, teniendo un culto similar al de los Lares en el que se les ofrecían las primeras producciones del campo. 


Dios familiar
Museo Arqueológico de Cartagena
Estas divinidades, a diferencia de los Lares, no son concebidas necesariamente como divinidades masculinas, representándoles en ocasiones como los Dioscuros o como otras deidades de la casa. En los ritos dedicados a los Penates se solía utilizar la sal por sus propiedades de preservación y en el momento de consagrar el alimento se lanzaba una porción al fuego del hogar.

Dioses Manes: los dioses Manes eran entendidos como los espíritus de los muertos que rodaban el hogar y amenazaban la tranquilidad familiar, por lo que era necesario llevar a cabo una serie de ritos para tranquilizarlos y ahuyentarlos.

Genio: por último, esta divinidad doméstica asumía la protección de cada uno de los integrantes de la familia, naciendo y muriendo junto a la persona y adoptando sus rasgos físicos, existiendo por tanto uno para cada uno de las personas que formaban la familia. El culto tenía preponderancia en el Genio del pater, dado que su celebración se realizaba el día del nacimiento de este.


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